Conectados, desconectados
Despierto, la alarma me sigue recordando que soy humano. Qué alivio. Tras apagar la alerta, el teléfono se ancla a mi mano, como un imán permanente y carcelario, lo mismo le sucede a millones de personas más.
Despierto, la alarma me sigue recordando que soy humano. Qué alivio. Tras apagar la alerta, el teléfono se ancla a mi mano, como un imán permanente y carcelario, lo mismo le sucede a millones de personas más.