Escritor Invitado
En los albores de los años cincuenta era suficiente destacar los atributos y ventajas intrínsecas del producto para que una marca fuera relevante. Luego las empresas resolvieron proyectarse institucionalmente para estimular la afiliación.
Hoy, el genio creativo no es suficiente para penetrar en la mente del consumidor; se necesita un enfoque estratégico que integre: comunicación, mercadeo y administración.
Posicionar una marca exige una estrategia comercial integral; confiar en la comunicación para que ejecute ese trabajo sin contar con una infraestructura productiva y una plataforma de servicio que responda a las promesas de los mensajes, es pelear una batalla donde perder la guerra es inminente.
El activo más importante de una empresa es su marca. Ese concepto es y seguirá siendo válido pero no es suficiente con apelar valores y estilos de vida para estimular el consumo, una marca ganadora es aquella que ofrece una experiencia integral de satisfacción.
En este artículo quiero hablar de comunicación, pero también de calidad y servicio porque sólo cuando estos factores se consolidan en un frente sólido, es posible lograr el verdadero posicionamiento de una marca.
A pesar de ello, cada día miles de mensajes compiten por lograr un espacio en la mente, bombardeando al público con más conceptos de los que puede o quiere recibir. ¿Cómo crear una conexión correcta con el público en una sociedad sobre-comunicada? Pues a través de un posicionamiento y bajo el principio de simplificación, una idea obvia será exitosa, una idea compleja será desterrada.
Entonces las empresas se preguntan, ¿Por qué perdemos clientes? Pues porque no los cuidan. Cuando el precio o el surtido no son una ventaja propia, la cordialidad provee una verdadera alternativa para el posicionamiento.
Un buen servicio amplia la percepción de calidad, (a veces sin importar el precio). Es una excelente estrategia, perseguir la excelencia en la atención para transformar su marca como la favorita del público.
La marca es una promesa de calidad, con calidad se gana la lealtad y es a través de la lealtad (el consumidor vuelve una y otra vez a comprar mi producto), donde yace el potencial para generar rentabilidad.
Calidad es alta competitividad, es un estilo de gestión, es el producto, los procesos productivos y la atención al cliente satisfecho, genera valor. Esencialmente, un posicionamiento favorable es resultado, precisamente, de recibir valor.
Recuerde que el liderazgo se logra al tener en cuenta y proveer al consumidor con promesas que respondan a lo que necesita y piensa. Jamás descuide la perspectiva del cliente, en ella está la verdadera clave del éxito empresarial.