Néstor Ahumada Escritor invitado
En tiempo de crisis humanitaria, es natural el desequilibrio de la estructura social: las zonas afectadas enfrentan pérdida parcial o total de las comunicaciones y en muchos casos cuando los canales están operativos, circula mal la información.
Rumores, noticias imprecisas o simplemente la ausencia de medios que reporten los sucesos complican inevitablemente la evaluación de los daños, la priorización y detección de necesidades para preparar las intervenciones y la ayuda en ese tipo de contextos.
No solo eso, la falta de información afecta sobre todo, a las víctimas desamparadas y desorientadas de momentos como este donde la naturaleza nos recuerda lo pequeños que somos.
Es más que evidente: cuando ocurre un desastre humanitario los medios de comunicación juegan un papel esencial para localizar supervivientes y responder de inmediato a su rescate/amparo-apoyo psicológico, pero existen otras funciones de apoyo que juegan un papel decisivo en la sostenibilidad de la moral ciudadana.
En tiempos críticos es vital poder mantener la relativa calma y evitar, en lo posible, el cese total de las actividades productivas que mueven a un país. Los medios de comunicación pueden apoyar esta gestión al concienciar a las poblaciones sobre la importancia de volver a ocuparse en los asuntos del diario vivir. Esto ayuda a mantener la salud mental de la población y les devuelve un sentido de control sobre sus vidas.
Mantener a los damnificados en la ignorancia es totalmente nocivo, la incertidumbre tiene el poder de disminuir la esperanza y hacer sentir a las personas que no tienen responsabilidades que asumir porque no hay nada que rescatar.
La información y la comunicación recuperan y muestran la dignidad, la valentía, el dolor y la compasión del ser humano. Al funcionar en su calidad de testigos privilegiados del drama (verdaderamente entre la vida y la muerte), son capaces de hacer patente el desamparo y las necesidades de las víctimas, de sensibilizarnos, de unirnos y de movernos decisivamente a la acción.
Mantener contacto constante con los afectados ayuda a promover la transparencia, el intercambio y promueve la confianza. La información oportuna además tiene un rol más elevado: puede en cierta medida aliviar y reducir los sufrimientos soportados durante la catástrofe, puede ayudar a prevenir y prepararnos mejor contra nuevos desastres y lo más importante: puede salvar vidas.
La información y la comunicación tienen que ser y son parte integrante del dispositivo de reacción en un contexto de crisis humanitaria por este rol, no excluyendo, todos tenemos que hacer nuestra parte.
La radio juega un papel esencial para poner en contacto a los sobrevivientes y equipos de rescate, debemos sacar máximo provecho de las nuevas tecnologías (móviles, SMS, facebook, twitter, etc.), debemos motivar la comunicación participativa, que surge del interés y compromiso genuino de la población y que no solamente se dirija a ella.
La información debe circular libremente y estar siempre disponible. Todos los que trabajamos en comunicación tenemos un extra más allá de reportar, debemos poner nuestras plataformas al servicio de la ciudadanía, el de actuar con ética, calidad y sensibilidad.
Vienen tiempos de reconstrucción y con ellos, la perspectiva de reconstruirnos a través (entre una obra más grande), de la consolidación de los medios informativos. Debemos mantener clara la visión y transmitirla constantemente, que más allá del tiempo que dure esta crisis, el desarrollo debe renovarse como meta fundamental de los guatemaltecos.